“Mary Jane” es una mujer triste…tal cual como la obra
Rachel McAdams debuta en obra de Amy Herzog
La destacada escritora Amy Herzog, quien escribió la obra “400 Millas” finalista para el Premio Pulitzer y la adaptación de la obra “A Doll’s House” en Broadway, junta fuerzas con la célebre actriz de cine Rachel McAdams en la obra de un solo acto, “Mary Jane” que estrenó recientemente en el Samuel J. Friedman Theatre bajo los auspicios del Manhattan Theatre Club. Para mí, la colaboración no fue tan auspiciosa ni para la escritora ni para la actriz. En noventa y cinco minutos, la escritora logra presentar la historia de Mary Jane, madre de un chico quien padece de un parálisis cerebral, quien lucha no solamente con la enfermedad de su hijo sino también con el sistema de salud en los Estados Unidos.
Valiente esfuerzo de parte de actriz y escritora, pero la tristeza sistémica de lo que pasa en las tablas, para mí, al menos, fue demasiada y esperaba que pudieran terminar con la enfermedad terminal algo más rápidamente. No es decir que la obra no tiene su valor: claro que muestra las fallas del sistema de salud en nuestro país…las largas horas impuestas en las enfermeras y ayudantes, las ausencias provocadas por este horario agotador; la frustración del paciente, o, en este caso, de la madre del paciente, el costo del tratamiento y de la hospitalización y el desinterés de los médicos. Mary Jane, madre soltera, depende de la ayuda de las mujeres que la rodean por consuelo, consolación y compañía. Ruthe (Brenda Wehle), conserje del pequeño apartamento en la cual vive Mary Jane, mientras tratando de desbloquear el lavabo de la cocina, charla amablemente con ella, aconsejándola y preocupándose no solo de la salud de su hijo, sino de su propia salud. En la noche, la joven madre goza de la compañía de las ayudantes que cuidan a su hijo.
La obra tiene pocos momentos donde hay una esperanza y, aunque carece de momentos tiernos, Mary Jane seguramente ama a su hijo…y el público simpatiza con ella por él aunque ni lo vemos ni lo oímos en el curso de la obra. Sí sentimos su presencia y empatizamos por la madre y su situación increíblemente difícil pero la resolución se queda algo dudosa porque, en el fin de la obra, la cara de Mary Jane está bañada en un rayo de una luz sumamente blanca y extraordinariamente fuerte. ¿Será la presencia de Dios? Solo la escritora lo sabe.
Mary Jane luce escenografía de Lael Jellinek quien ha creado un espacio cuyo aspecto es bastante estéril. Vestuario de Brenda Abbandandolo sirve para el tiempo en otoño en Nueva York. Sonido de Leah Gelpe es aprovechable. Tal vez el elemento más rimbombante es la iluminación de Ben Stanton cuyo trabajo nos da una pizca de esperanza.
Mary Jane, en cartelera en el Samuel J Friedman Theatre, 261 de la calle cuarenta y siete, oeste. Funciones: martes, a las siete; miércoles, a las dos y las siete; jueves, a las siete; viernes, a las ocho; sábado, a las dos y las ocho; domingo, a las dos. Boletos: $84 a $318, disponibles en la taquilla del teatro, por telecharge.com o al 212.239.6200.